Para seguir estudiando... ¿Qué pasó en la Combate de San Lorenzo?
Madrugada del 3 de febrero de 1813 en el convento; hora: 5 de la mañana. Unos 120 granaderos a caballo aguardan la orden escondidos tras los muros, como bien dice la marcha, sin poder ver al enemigo que se acerca. Su líder, José de San Martín, un militar recién llegado de Europa, de 34 años, observa la escena completa desde la espadaña. Ha presenciado todo el desembarco de las tropas realistas. Las ha contado: son 250 infantes con dos cañones. Los va a esperar hasta que se acerquen a 200 metros del templo y entonces les piensa caer con todo. Divide a los granaderos en dos grupos, uno a cada lado del convento, para "pinzar" al enemigo. Son 60 con él; los otros 60 al mando de Bermúdez, su segundo, armados con largas lanzas de más de tres metros.
Ya se acercan. Desciende el futuro libertador y monta su corcel. Toca la orden el clarín y tiembla el prado con los cientos de cascos. Pero algo falla. Bermudez y sus 60 hacen un rodeo muy abierto. San Martín y sus hombres llegan solos al frente -no era el plan- y reciben toda la furia, la descarga del sorprendido enemigo. Un cañonazo tumba el caballo del jefe y dos granaderos lo ayudan a liberarse, cuando estaban por ultimarlo los realistas. El episodio cubrirá de "gloria eterna" al granadero Juan Bautista Cabral, aunque le dejará trunca la joven vida.
Ahora sí, tarde, pero seguro, llega Bermudez para la segunda carga. Los españoles intentan formar en cuadrado, la única manera de defenderse de la carga de caballería, según el manual de guerra, pero no lo logran. Las lanzas atraviesan pechos; los sables trituran cráneos y brazos. Bermudez está ya cargando por tercera vez y un cañonazo le destroza una pierna. La herida le costará la vida once días más tarde.
Es San Martín, herido y todo, el que arremete ahora para la cuarta carga, la que produce el desbande final. A esa altura, la escena en el campo es espantosa. No pocos realistas, desesperados, se arrojan por los precipicios, hacia el río. Unos 40 de ellos no vivirán para contarlo...
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